Un columnista
del diario deportivo AS de España elogió a los futbolistas celestes. “Es el
jugador ideal para equipos históricos”, dice el periodista José
Ramón Fernández Gutiérrez de Quevedo.
“Por debajo de la camiseta traen el pellejo celeste. Los uniformes
clásicos dan fe, consagran. La piel de un uruguayo es un tapiz simbólico.
Llevan la nacionalidad tatuada, empeñan el lomo. Entre la Garra Charrúa y el
Centenario, hay suficientes fantasmas para recordarles con quién juegan y de
dónde vienen”.
Con esas palabras, el periodista José Ramón Fernández Gutiérrez de
Quevedo, comienza su columna en el diario deportivo AS de España titulada “La piel del Uruguayo”, en
la que elogia a los jugadores celestes.
“No reniegan de su pasado ni quieren parecer otra cosa, atacan o
defienden como les enseñaron en casa, con la terquedad uruguaya y el arrebato
criollo. El uruguayo viene de otro siglo, es el jugador ideal para equipos
históricos. Tiene los hombros cargados, la mandíbula cuadrada y la frente
plana; el tipo de huesos que levantan estadios”, agrega.
“Con el tiempo se ganan una placa y la tribuna les canta aquello
de “uruguayooo”. Ese grito que en el mundo del futbol reconoce una antigua
raza. Todos los clubes deberían tener un uruguayo. En punta, medio campo o en
la zaga, el uruguayo es entrañable, deja las tripas. Con ese juego visceral, a
veces riñonudo, otras biliar, contagian”, destaca Fernández.
La nota continúa: “Sin el resplandor que produce el marketing, las
campañas de Suárez en Liverpool, Godín en el Atlético y Roberto Matosas con
León, son legítimas. No necesitan faroles. Lo suyo de los siete mares hasta
Montevideo es vivir del puerto. Entre los muelles, donde el balón llegaba en
barco junto a otras mercancías y se distribuía por ferrocarril con el carbón,
produciendo el milagro del futbol entre la migración y el mestizaje.
Y concluye: “El triunfo celeste lejos de casa en equipos con más
aficionados que Uruguay habitantes, engrandece a la República Oriental. Tierra
de trotamundos, cazadores de gigantes. De Suárez en Inglaterra, a Matosas en
México o Godín en España, la piel de un uruguayo sigue siendo una marca
registrada, un documento legal. El cobijo perfecto para triunfar en el exilio”.
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